El desarrollo económico, científico y social, han elevado el asunto de la salud a un plano que ya comienza a confundirse con la belleza.
Mientras que antiguamente (y al decir antiguamente nos referimos a una retrospectiva no mayor a un cuarto de siglo) el asunto sanitario se limitaba casi por completo al bienestar entendido como la simple falta de dolencias o problemas que limitaran la vida o que resultaran molestos para llevar una vida normal, en estos tiempos, cuando se habla de salud, se incluye el concepto estricto de la mera belleza estética, incluso en los casos donde las dolencias físicas no existen.
La sociedad evoluciona, eso es evidente, aunque a veces no sepamos si lo hace de manera positiva y realmente constructiva o si los pasos que está dando sean meros ejercicios de consumismo que favorecen a unas pocas multinacionales, cuyo beneficio no tiene nada que ver con una evolución real para el resto de la sociedad.
Sin embargo, lo cierto es que hay aspectos del individuo que antiguamente eran despreciados o simplemente ignorados y ahora son tenidos más en cuenta. Las razones de ello quizás se basen en el conocimiento de que el hombre, no sólo siente bienestar si su carne no le duele, sino que su espíritu mejora al mejorar su propia estima, y en muchos casos, la estima propia viene del reflejo social, que encuentra sus argumentos en la opinión de los demás.
No es raro conocer a personas en España que reconocen estar siguiendo algún tratamiento o alguna terapia psicológica o psiquiátrica, cuando hasta hace poco era un asunto tabú o relacionado con síntomas de locura. Esto ha llevado, en capitales tan importantes como Madrid o Barcelona, al florecimiento de clínicas y consultas de psicólogos. Lo mismo ocurre con otras ciudades no menos importantes, encontramos con la misma facilidad, consultas de psicólogos en Valencia, Bilbao, Sevilla y un muy largo etc.
Esto muestra un marcado contraste con la situación de nuestro país hace tan sólo unos pocos años, si comparamos la fotografía actual con la de tres décadas atrás, el panorama es totalmente diferente; y esto abre las puertas a un nuevo concepto creativo en términos de bienestar.
En el mismo sentido, el florecimiento de otro tipo de centros de salud de relativa poca importancia hace dos o tres lustros, como por ejemplo las clinicas dentales o las clínicas de estética, hoy día se encuentran en plena expamsión. Resulta rara la ciudad que no cuente con este tipo de servicios.
Ahora cabe preguntarse para cuándo se comenzarán a incluir todos estos conceptos modernos de salud, dentro del sistema sanitario público, ya que todavía siguen siendo servicios a los que no tiene acceso (por cuestiones de falta de recursos) una parte importante de la población.
Todo se andará... seguramente hay otras prioridades más básicas e importantes aún por cubrir, pero todo se andará. Confiemos en que cuando ese camino que falta por andar, se haya hecho, no tengamos que encontrarnos con que esos servicios incorporados a la sanidad pública, sean una forma encubierta de alimentar al capital privado a costa del erario público, como ocurre en algunas comunidades, (véase el caso de la Comunidad de Madrid u otras). La salud es un bien público y como tal debería ser tratado, mezclar esto con "soluciones" privadas, suele no ser demasiado beneficioso, ni para el bolsillo de Hacienda, que es el de todos, ni para la mejor atención de los ciudadanos.
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